Por culpa de la conjunción de planetas y signos zodiacales –¿es posible que esto suceda?– la economía ha sido el principal alimento de mi carrera profesional. Las hojas de cálculo me persiguen y mis compañeros de diagramación abren con miedo mis mails, porque temen que lleguen con datos para una infografía. Los números casi forman parte del día a día de mi actividad, pero ocupan una parte pequeña en el periódico que tiene usted entre sus manos, que, por otra parte, abarca menos temas de los que debería, pero debe ajustarse a un número de páginas ajustado al tiempo del que disponen los lectores para informarse. Los números, en definitiva, son importantes, si bien son solo una parte menor de un conjunto. Esta reflexión surge de una reciente conversación con un cargo de responsabilidad de una empresa. Tienen una nueva persona al frente desde hace un año y se les ha hecho de noche. Han perdido contratos que formaban parte del core del negocio, el tronco que permite dedicarse a que broten otras ramas. El problema no es de gestión, sino de mano izquierda. Incluso el dueño de la empresa ha recocido que el nuevo líder es bueno para los números, pero no tanto para el trato con las personas. Cuando un directivo se dedica casi exclusivamente a afinar las cifras de la cuenta de resultados, pierde la perspectiva del negocio. Los números son solo una pieza dentro del engranaje, las personas son las que consiguen que se mueva.