HAY dos formas de acometer un proyecto o construir un aparato. La japonesa, que antes de ponerse manos a la obra piensa y repiensa cómo acometer el trabajo analizando todas las variables y opciones para alcanzar un producto intachable. Y la occidental, que por lo general efectúa un bosquejo de lo que se quiere, empieza a construirlo y después, a base de prueba y error, alcanza la versión definitiva más o menos válida. En ambas opciones el tiempo es la clave. En la primera, el análisis se lleva el mayor conteo de horas y la fase final de construcción, la menor. En la segunda, lo contrario. Pocos días de planificación y muchos para la materialización. ¿Cuál es la mejor fórmula? Esta reflexión viene al caso por el próximo congreso internacional organizado para este mes por la asociación Bilbao Metropoli 30 en el que tratarán de forma revolucionaria el futuro de las ciudades del mundo. Una manera disruptiva, soñadora, incluso utópica, obligada por las circunstancias que azotan a este mundo global, intenso y demasiado rápido. Los más de 160 asistentes ya confirmados junto con los 10 ponentes son de los que desarrollan mucho los planes antes de actuar. Igual que Bilbao Metropoli 30 desde hace tres décadas, cuando fue constituida precisamente para pensar entre todos sus socios por dónde tendría que caminar nuestro territorio. Se tomaron su tiempo y analizaron todas las alternativas. Y parece que fue bien, como demuestra la metrópoli donde vivimos hoy.