Hemos leído muchas historias y visto suficientes películas de espías como para dudar muy seriamente de que el jefe del grupo mercenario Wagner, Evgeni Prigozhin, esté realmente muerto. La mentira, el engaño y la falsedad son el alimento habitual de los criminales. Y este cruel, sanguinario y desequilibrado señor de la guerra es maestro en el crimen, el genocidio y el embuste. No me sorprendería en absoluto que en unos días apareciera rifle en ristre llamando gilipollas a la comunidad internacional y riéndose a mandíbula batiente del mismísimo Putin. O que desde la sombra dirija sus ofensivas contra el mundo y el Kremlin. Es obvio que la cabeza de Prigozhin era un objetivo perseguido por muchos. Su muerte acabaría con la caza al hombre. El accidente tiene todos los ingredientes para la confusión: explosiones, caída del avión, cadáveres calcinados... y la increíble torpeza de que con él volaran otros seis jerifaltes merceranarios. Con todo, es posible que Prigozhin esté de verdad muerto y acogido ya en el infierno como el hijo pródigo de Satanás que ha sido en vida como responsable de la muerte de miles de personas. Se apunta a Putin –al que se le mueren a pares los oligarcas y exaliados por toda suerte de causas como accidentes, ingesta de veneno de sapo, violencia de género y suicidio– estaría detrás de su muerte. Lo cierto es que el régimen ruso y su guerra interna son una picadora de carne humana.