LA radical polarización política en el Estado español se ha llevado por delante, entre otras cosas, a la opción de la llamada España vaciada. La irrupción de Teruel Existe en 2019 con un diputado y dos senadores fue el resultado de la contestación a un olvido de décadas sobre territorios y pueblos que se mueren por falta de gente joven, de servicios públicos incluida la sanidad y la educación, de transporte, de instalaciones culturales y deportivas, de internet... Fue tal el éxito, la repercusión social –hay que recordar que el diputado de Teruel Existe fue decisivo para la investidura de Pedro Sánchez– y la esperanza despertadas en buena parte de la población que más de setenta colectivos que participaron en la III Asamblea General de la España Vaciada acordaron por consenso en 2021 crear una candidatura a las Cortes como herramienta para visibilizar y trasladar sus reivindicaciones. Su objetivo, dadas las expectativas, era conseguir grupo parlamentario propio en el Congreso. La cruda realidad ha sido que la pugna a nivel del Estado entre PP y PSOE, entre los bloques de la derecha y progresista, les ha dejado sin representación. Las dos Españas han dejado vacía de escaños a la España vaciada. Saldrán ahora los representantes de ambos bloques a disputarse “las justas reivindicaciones” de estas poblaciones, fundamentalmente rurales, pero mucho me temo que serán de nuevo flor de un día Y, sin embargo, habrá muchos Terueles que seguirán existiendo.