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Mesa de Redacción

Igor Santamaría

Redactor

¡Menuda broma!

DE mayor –de más mayor– me pido estar como el emérito. Con su cadera izquierda me adelanté al tiempo y, aunque prometo no matar elefantes, emborrachar mitrofanes ni adular a princesas ricachonas, me pone lo de pasearme con nocturnidad cual octogenario por selectos clubes privados y el palco de Stamford Bridge, con guardaespaldas atentos a mi movilidad, aunque sea para sufrir al equipo del Régimen, del antiguo y del presente. Llegados a este renglón seguro que hay ya algún español ofendidito ahora que, si bien el país no está para bromas, lo del humor no se lleva bien si es para parodiar a sus vírgenes pero sí para ridiculizar –o humillar– la fanfarronería vasca o la cicatería catalana. Al Borbón solo le faltó ayer saludar con el último grito a lo Bisbal y con tono de los payasos de la tele: “¿Cómo están los (sic) máquinas?”. Casaría además con la estrategia populachera emprendida por su hijo de acercarse al pueblo llano mientras Letizia se deja sonrojar por las abuelas o participa en los Tik-Tok de la chavalería. Visto mejor, y ahora que Hacienda me vuelve a sablear, me apunto a parecerme a sus nietos. A la bartola junto al yayo en Abu Dabi y trasladando allí su residencia fiscal para no declarar sus herencias. ¡Para troncharse! Tanto como el hecho de que la AVT haya condecorado a Ana Rosa con la medalla de honor por su trabajo contra el terrorismo de ETA, igual por denunciar que sus comunicados los redactaba el negro que a ella le escribía los libros.

isantamaria@deia.eus