EN 1935 Frida Kahlo pintó el asesinato –de 20 puñaladas– de una mujer, en cuyo juicio el culpable dijo que “solo le había dado unos cuantos piquetitos”. Siempre ha existido violencia machista, pero ahora es menos justificable porque nunca hemos contado con tantos medios para evitarla. Y, sin embargo, acabo de leer una información de que en España han sido asesinadas en 2022 al menos 49 mujeres, con lo que ya se han registrado 1.182 feminicidios desde que hay estadísticas en 2003. Lejos de las frías cifras, cada número encierra la triste historia de una vida arrebatada y una familia destruida, en la mayoría de los casos, por una expareja violenta que la mató como dice el viejo tango, machista y simiesco, porque era suya. ¿Qué ocurre en esta sociedad que es incapaz de erradicar el machismo, la idea de que la mujer está al servicio del hombre, peor aún, que es de su propiedad? Mi abuela decidió separarse de su marido porque le levantó la mano. Trabajó toda su vida para sacar adelante a sus dos hijas pequeñas en una época en la que no se podían denunciar los malos tratos y en la que la exigencia del marido obligaba a esta a volver a la convivencia bajo el mismo techo, ya que el abandono del hogar estaba tipificado como delito. Ella nunca regresó. Algo hemos avanzado desde entonces, pero todavía queda mucho camino por recorrer.

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