CUANDO surgió el adanismo, existía sobre la Tierra la especie pablista, individuos que vinieron a enseñárnoslo todo, como el primer hombre en el Paraíso o la última Coca-Cola en el desierto. A mí, como a todo el mundo, Yolanda Díaz me cae bien. Su marketing de sindicalismo de origen funciona igual que su galleguismo, ese conector universal que te sirve para cargar el móvil en todos los hemisferios. A Díaz, que entró en el gobierno en 2020 y lleva meses de sucesora in péctore ya le han hecho una biografía de título "La dama roja", que suena lo mismo a turismo en Moscú que a ajedrecismo político. El caso es que con esa trayectoria y una biografía a una no le queda otra que ponerse así, roja. "Me da vergüenza que escriban sobre mi vida", señala modesta. Pues sí. Pero Obama recibió el Nobel de la Paz a los pocos meses de ser presidente y a todo el mundo le pareció entre bien y normal que un negro presidiendo los USA mereciera como mínimo un premio. Porque esto va de logros. Como los de Díaz en su biopic, un serial de works in progress más intensos que los de la reina de España, que ya es decir. Salario mínimo, reforma laboral, una ministra de Trabajo del lado de los trabajadores que pide empatía a los empresarios y se va a ver al papa sin mantilla. Del programa-programa de Anguita al diálogo-diálogo de la dama roja que inaugura el "evanismo" como costilla o movimiento artístico arrancando la campaña para su candidatura con una señora biografía ¿Que yo lo valgo? Pues también.

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