L 11-S a las 14.46 horas, ¿dónde estaba usted? Esta pregunta tiene su propio macabro movimiento, obligándote a revivir un acontecimiento aterrador, echar la vista atrás y recordarte, más joven e inconsciente, viendo el mundo desmoronarse. Cuando lo de la Torres Gemelas, yo estaba de vacaciones. Acababa de subir de la playa y me quedé enganchada al telediario de Ana Blanco sin pestañear. Cambié de canal para comprobar que Matías Prats confirmaba el horror. Después, un tal Bush invadió Afganistán y una guerra de 20 años librada en respuesta a ese atentado terminó prácticamente donde había empezado, con los talibanes al mando. Y con los barbudos condenando a 18 millones de mujeres a pedir permiso para respirar. Porque este régimen loco no se conforma con hacerlas invisibles bajo el burka, además les prohíbe reír en público, o pisar fuerte, o salir a la calle sin la compañía de su mahramm, un familiar masculino directo. Con el Emirato, enfrentan penas bárbaras por violar las llamadas reglas de la modestia y mostrar uno o dos centímetros de piel. O salvajadas como que les corten los dedos si descubren que llevan las uñas pintadas. Castigos draconianos, palizas, y abusos, a veces mucho peores que los kalashnikov. La distancia de Bilbao a Nueva York es muy parecida a la de Bilbao a Kabul, unos 6.000 kilómetros. Pero nunca nadie le preguntará: ¿Dónde estaba usted el día que los talibanes volvieron a sembrar el terror?

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