RABAJA, niño, trabaja, no pienses que sin dinero vivirás. Junta el esfuerzo y el ahorro, ábrete paso y ya verás cómo la vida te depara buenos momentos, te alzarás sobre los pobres y mezquinos que no han sabido descollar". José Agustín Goytisolo hizo una buena definición de lo que significa trabajar. Eso sí, con su punto de mala uva y cinismo. Lo mismo que ese adagio que asegura que el trabajo es salud. Aunque este es cierto. Te mantiene con la mente activa. Te levantas de la cama pensando qué te deparará el día. Repasas lo que hiciste la víspera e intentas no repetir errores o vicios para terminar la jornada de la mejor de las maneras. El trabajo te enseña a diario. Desde el primer día hasta el último. Y en él encuentras maestros del oficio y de la vida. Gente que te asesora sobre la forma de hacer más efectivo tu esfuerzo y que te da lecciones de ética y moral que no olvidas nunca. Lo malo es que los mejores siempre se van antes de tiempo. El trabajo también te da algo más que compañeros. Te da amigos. Personas en las que puedes confiar, de las que sabes que nunca te van a fallar. Y te enseña que no hay nadie imprescindible. Que tu trabajo, por muy especial que sea, lo puede hacer cualquiera de los que te rodean. Y precisamente por eso hay que acudir cada día a la cita con la ilusión del debutante y la experiencia del veterano para conseguir el cóctel perfecto. Fue bonito mientras duró.

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