estas alturas estarán hasta el cuerno de leer, ver, oír y quién sabe si hablar de la coleta de Pablo Iglesias. Lo siento, pero como todos los lunes llego tarde a la noticia de calado de principios de la semana anterior. No me queda otra que entrar al trapo o si se quiere a la coleta con la que exlíder de Podemos nos cita por chicuelinas. Y mira que busqué un tema alternativo. Primero me topé con El Pequeño Nicolás, tan travieso él, que, como cualquier otro chaval de su edad, solo pretendía hacerse pasar por alguien "poderoso" e "importante". Era tan "inmaduro" que se le ocurrió que hacerse pasar por enlace del Gobierno con la Casa Real era el camino más rápido. Le faltó alegar en el juicio que la sociedad es la culpable por mitificar la monarquía desde la cuna con las tres figuras monárquicas del belén. Más tarde salió al camino El rey del cachopo, también pasando revista ante el juez, y negando que fuera suya la maleta en la que apareció el cuerpo descuartizado de su exnovia y mucho menos que él la dejara en una nave industrial a la que llegó en taxi. Busque más tarde un tema menos cruento y apareció Tamara Falcó con su libro y proclamando que ella también es una "luchadora". Debió añadir que lo lleva en el ADN porque fue educada por la Madre coraje. Deseché estos temas por el escaso interés que me generan y me quedé por descarte con los últimos coletazos (¿?) de Iglesias en la política. Se ha cortado la coleta: pues vale.