E han equivocado en el modo y las formas, pero volverán a la carga. Han mordido las manos que les dan de comer en vísperas de que el Campeonato del Mundo de Fútbol visite Catar el próximo año. El emirato absolutista, uno de los países más ricos del planeta, no puede permitirse la posibilidad de que los mejores futbolistas, los enrolados en los clubes que impulsan la Superliga, se ausenten de su cita. Bayern de Múnich y Paris Saint Germain, dos de los clubes más poderosos de Europa, ni se plantearon entrar a formar parte del selecto club que encabezan Florentino Pérez y Andrea Agnelli. Casualmente, el club bávaro y el parisino están patrocinados por Qatar Airways. Los oligarcas del balompié continental también han airado a la FIFA y a la UEFA. Tradicionalmente enfrentadas, los dos organismos han atacado a la yugular de los clubes rebeldes porque veían peligrar sus dos negocios más lucrativos. El organismo mundial tiene en mente organizar un nuevo Mundial de Clubes que le podría reportar 25.000 millones de euros. El continental, que plantea una ampliación de la Liga de Campeones, perdería su gallina de los huevos de oro. Critican al presidente del Real Madrid y sus colegas por tratar de crear una competición prácticamente cerrada, cuando la NBA o la NFL lo son y triunfan a nivel mundial. Sus enemigos venden la burra de que el fútbol es de los aficionados. Nos mienten. El fútbol, como todo, es del dinero.

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