IRÍAMOS que es irritante, si tuviera alguna importancia lo que opinan o dejan de opinar los jinetes distópicos de Vox, la decisión del partido de Santiago Abascal de no apoyar la creación de un fondo de compensación para las víctimas del amianto. El ala más a la derecha de trifachito, venido supuestamente a menos desde que Pedro Sánchez sacara a Ciudadanos del pozo, decidió abstenerse en la votación que se celebró el pasado martes en el Congreso. No podían votar a favor de una iniciativa elevada a cuestión de Estado desde el Parlamento Vasco básicamente porque supondría reconocer que esas microinstituciones que pululan, sin orden ni concierto, por los páramos de la política patria dan respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Así que fiaron la defensa de su posición en el debate a un diputado -del que prefiero obviar el nombre para no darle más relevancia de la que merece- que se subió a la tribuna con una estética preconstitucional -o de la dictadura, como se prefiera- y un discurso acorde con su apariencia. Estos vascos, vino a decir, nos han vendido un "chiringuito" que vamos a tener que pagar el resto de españoles, sin que las diputaciones, esa afrenta a la verdadera nación, pongan "ni un duro". Remárquese que el caballero andante de Vox rescató textualmente la peseta, potenciando aún más su imagen casposa, nostálgica de otra época, y mostrando de forma meridiana en qué tiempo le gustaría habitar.