N medio de la que está cayendo, el vicepresidente enésimo, Pablo Iglesias, ha puesto en escena la jornada de cuatro días laborales: Al tajo de lunes a jueves y puente cada semana de viernes a domingo. La idea, que como casi siempre viene del norte, es seductora, porque sobre el papel el trabajador seguiría cobrando lo mismo. ¿Cómo es posible trabajar menos y ganar igual? La clave está en la productividad. La OCDE elabora cada año un ránking del rendimiento de los trabajadores en cada país. La fórmula es sencilla, hasta simplista, se divide el Producto Interior Bruto entre los trabajadores. De este modo, España ronda los 55 dólares por hora trabajada, un dólar por debajo de la media de la Unión Europea, pero ligeramente por encima del conjunto de los países desarrollados. Sin embargo, la comparación con países como Irlanda o Luxemburgo (cerca de los 99 dólares) es sonrojante. La cuenta, con todo, tiene trampa porque en las economías que tienen un alto componente turístico, como ocurre en el Estado, un importante contenido de la generación de riqueza se basa en actividades en las que el tiempo de trabajo no tiene relación directa con el valor de la producción. Es posible que haya empresas que aumentando la productividad de sus plantillas logren sacar adelante en cuatro días la tarea de cinco y puedan cerrar el viernes, con el ahorro en gastos ordinarios consiguiente, pero sospecho que la generalidad impedirá que esa distribución del tiempo de trabajo sea la norma.