OLO nos quedan sus legados, que es mucho, pero en estos tiempos de pandemia y desgracias no tenemos a Platón ni a Sócrates. No tenemos un Beethoven o un Bach. No tenemos tan siquiera un Shakespeare o un Cervantes. Ni siquiera un Goya o un Van Gogh. No hay un Einstein ni un Galileo Galilei. Tampoco podemos presumir de contar entre nuestros coetáneos con un Leonardo da Vinci o un Darwin. Y aunque la cuota femenina ha aumentado su presencia en estas disciplinas, nadie se olvida de Marie Curie. No hay un Edison ni un Franklin. Pasteur y Fleming son dos recuerdos, imborrables, pero recuerdos. El mundo no sería hoy tan ilustrado si Gutenberg no hubiera ideado la imprenta y estaría bastante más desequilibrado sin las teorías de Freud. Gandhi enseñó a la humanidad cómo luchar sin luchar y Martin Luther King sacó del agujero a toda una comunidad oprimida durante siglos. Welles y Kubrick nos entretuvieron con sus cámaras. Solo nos quedan sus legados, pero sus descendientes no parecen estar por la labor de intentar emular sus doctrinas. Por eso triunfan Donald Trump y Bolsonaro o Erdogan y Orbán. Por eso el reguetón arrasa en medio mundo. Por eso ahora tenemos Cayetanas y Casados. Abascales y Ayusos. Por eso los tuits de 140, o 280, caracteres son la biblia de hoy en día. No queremos, y nos lo dificultan al máximo, pensar. Por eso estamos como estamos. Porque estamos olvidando nuestro pasado.