RAS meses de autopromoción por tierra, mar y aire, que la emisión generalista de Patria, prácticamente en late-night, tuviera como prólogo La isla de las tentaciones, insultaría las conciencias si la adaptación de la obra de Fernando Aramburu aspirara a competir por alguna estatuilla y sentar cátedra sobre el conflicto. Pero, a juzgar por su primera entrega, la serie dista mucho de suscitar una reflexión como la que en 2003, en un contexto nada amable y provocando recelos a uno y otro lado, generó la cinta La pelota vasca, la piel contra la piedra, de Julio Medem. La recreación de Aitor Gabilondo para HBO presenta una trama que poco puede sorprender a la ciudadanía que más directamente sufrió la lacra del terrorismo desde todas sus vertientes, con personajes estereotipados y lances que suenan a cliché por reales que fuesen. Ni supone una inflexión en pos de la verdad, reparación y reconciliación, punto en el que se halla la sociedad; ni nos descubre nada que no sepamos aunque alguien proclamara que, cuando viera la luz, quienes "miraban para otro lado" saldrían de su error. La cinta se dedica a transitar por un camino ya recorrido, con un relato alejado del thriller político que fabricaría Costa-Gavras y apoyado básicamente en la mirada de las víctimas. Nada reprochable más allá de que sea una de las perspectivas. La cadencia lenta entre tanto flashback invitaba más a meterse en la cocina de Masterchef para ver en acción al hijo de Coronado.

isantamaria@deia.eus