la espera de conocer los planes de los futuros nuevos propietarios de Panda, la compañía vasca de seguridad en Internet, de nuevo el atractivo de una empresa vasca aviva el interés exterior al tiempo que genera recelos sobre la pérdida para Euskadi de una sede social. La estadounidense WatchGuard quiere comprar en el segundo trimestre de este año el antivirus vasco y sus actuales propietarios están dispuestos a vender. Se da el caso de que la compañía nacida hace 30 años en Durango gracias al empuje de Mikel Urizarbarrena pasó hace tiempo a estar controlada por dos fondos de inversión madrileños. La sede se mantenía en Bilbao, pero las decisiones se tomaban en la villa y corte. Ahora se abre un periodo de incertidumbre en torno al anclaje, aunque fuera ya solo fiscal, de la compañía e incluso cabe la posibilidad de que el antivirus abandone la marca Panda para abrazar la de WatchGuard. No se trata de que las empresas vascas vayan por los mercados con txapela y kaiku, pero cuando se registran operaciones corporativas a uno le apetece más que ocurra como en la alavesa Tuboplast, que ha comprado el empresario vizcaino Iñaki López Gandasegui, porque garantiza el arraigo a Euskadi más allá de que luego se tomen medidas -que desconozco si será el caso de Tuboplast- laborales que irritan al personal. En cambio, cuando las decisiones se toman a miles de kilómetros parece más sencillo tocar teclas incómodas.