EN el ala oeste de la Casa Blanca, Donald Trump aparece despatarrado y fumándose un puro al estilo Rajoy mientras se mofa del ridículo demócrata en el caucus de Iowa, donde un error técnico en la aplicación digital y el colapso en la transmisión de datos demoró el recuento de la asamblea que ha marcado el inicio a las presidenciales de noviembre, en las que el primer mandatario va camino de merendarse a cualquiera de los catorce aspirantes de la oposición por mucho que se le cruce el impeachment. El semidesconocido Pete Buttigieg, exalcalde de South Bend, de 38 años, abiertamente homosexual en una sociedad de cariz ultrarreligioso y moderado en lo fiscal, dio la sorpresa frente al podemita senador Bernie Sanders, de 78 años y abanderado de la sanidad para todos, pero sobre todo hundió las perspectivas de Joe Biden, vicepresidente con Obama, y las de la senadora Elizabeth Warren, de 70 años. Amy Klobuchar, Andrew Yang, Cory Booker, Tulsi Gabbard... se agolpan entre los candidatos del partido azul, incapaz de articular en cuatro años una narrativa convincente para combatir la política de Twitter del magnate negacionista, que en un sondeo de Gallup firma su mejor calificación desde que se aupó al trono planetario. Ni siquiera las estrellas de Hollywood osan ya a alzar la voz contra las groserías de Trump. Y es que los demócratas no han acertado a fijar si las elecciones las podrían ganar desde la causa o desde el consenso.

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