EN plena resaca por el denominado "pin parental" ya estaba tardando alguien en preguntar a Javier Maroto qué le parece aquello del presunto adoctrinamiento sexual en las escuelas y cómo ve que el presidente de su partido, Pablo Casado, haya entrado en barrena a las combas de Vox. No ha estado mal Maroto, cuya opinión en esto cuenta bastante, negando las denuncias sobre un problema que no existe, enmendando la plana a la reedición de la ultraderecha pero disculpando el mejunje de su presidente Casado que habla en esto como "padre" y no como presidente del PP. La refriega está en sus minutos basura pero Maroto pareciera que mira el asunto como el que atisba desde lejos, sin afecciones, que los datos son los datos y que Casado solo responde a Celaá sobre esa propiedad privada que es la prole de uno. Más o menos que a Casado le dio un ventarrón anticomunista cuando le hablaron desde el Ministerio de los hijos como el que tiene un garaje en propiedad pero el empadronado en Segovia justifica a su presidente para que nadie meta mano en sus hogares asegurando a la vez que el debate sobre la información LGTBI en las escuelas está superado. Demasiado gris cuando asegura que los padres pueden autorizar o no charlas sobre toros, el Ejército, seguridad vial o educación sexual siempre que no pertenezcan al centro educativo. Maroto redescubre la polémica artificial porque esto siempre lo deciden los padres y madres. Así sea el inglés o la esgrima.

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