ESTÁN al otro lado del mundo. En lo que ellos mismos denominan la tierra de abajo abajo (the land down under). Una isla inmensa que constituye casi por sí sola un continente. El más aislado del mundo, pero el pionero en muchas acciones para salvar el planeta. Al menos entre sus ciudadanos, ya que no se puede decir lo mismo de sus dirigentes, por lo menos de los actuales. Australia fue el primer país, y el más afectado, por el agujero existente en la capa de ozono. El primero en el que sus ciudadanos se protegían del sol abrasador con sombreros de ala ancha, sin clavel en la solapa, por temor a los efectos de los rayos UVA que llegaban sin filtro hasta su territorio. Ahora viven una situación desconocida para casi todo el mundo. Los megaincendios que asolan el sur del país australiano han calcinado ya más de seis millones de hectáreas o, lo que es lo mismo, tres veces la extensión de Euskal Herria. Los expertos los identifican como uno de los signos evidentes del cambio climático que vivimos. Mientras, el primer ministro australiano, Scott Morrison, un defensor a ultranza del uso del carbón, una de las fuentes de riqueza de su país, niega la evidencia y se permite el lujo de marcharse de vacaciones a Hawái. El humo de esos fuegos ya se deja sentir en Chile y Argentina, tras haber cruzado el extenso océano Pacífico y hay quien vaticina que puede atravesar la tierra. Al otro lado del mundo comienza el fin.

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