SI a estas alturas de las comilonas, todavía siguen ustedes por aquí, deduzco que no habrán chupado muchas cabezas de gambas. Al parecer, en esta parte de la anatomía de los crustáceos se pueden encontrar altas concentraciones de cadmio, un metal pesado que, como no podía ser de otra forma, es malo. A ver cuando sacan un estudio que diga que trabajar tantos días, tantas horas y tantos años también perjudica la salud. A vueltas con los peligros del chupeteo, mucha gente se ha pasado esta Navidad al cuchillo y al tenedor para rebanar los carabineros y poder seguir vivitos y coleando. Ellos, no los bichos. ¡Ay si Rodolfo Langostino levantara la cabeza! Dicen que hay que chupar al menos medio kilo para que el cadmio sea tóxico. ¡Que se joroben los ricos que a los pobres no nos da el negocio para envenenarnos con tanta cigala! Además si ninguno de los sindicalistas andaluces ha estirado la pata por esta causa después de empacharse a marisco durante más de 40 años a costa de los parados, es que no hay peligro. Tampoco me creo que sea una práctica de tan alto riesgo dada la trayectoria gastronómica de muchos políticos. Porque en España la práctica de sorber el seso está muy extendida. Y suele ser complicado chupar la cabeza sin meter la gamba. Pero que quede claro, infinitamente más peligrosas que las gambas son los cuñaos. Les chupes lo que les chupes. A las gambas me refiero.

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