LA factoría Redondo ha patrocinado la semana trágica de Barcelona donde la pantalla televisiva, en especial la que alardea de hacer “más periodismo”, ha transformado lo ordinario en trascendental y, lo que es peor, lo sustancial en una especie de salvamización de los hechos que solo contribuye a dividir entre buenos y malos. Reporteros enfundados con un casco de obra, informadores que vociferan ser insultados al grito de “Llibertat!” y zarandeados por esteladas al viento, y declaraciones en bucle donde las palabras del Torra de turno que condena la violencia se retuercen para parecer justamente lo contrario, como si una mentira contada mil veces acabara siendo verdad. Si queremos recuperar credibilidad y dignidad en este oficio, muchas de la emisiones intempestivas de la última semana deberán ser estudiadas en redacciones y facultades como ejemplo de un show deshonesto y de incitación a la crispación bajo el disfraz de la información. La miniserie perderá fuelle, pero pronto encontrarán otro guión de encargo para manipularlo con ingredientes de saldo y convertir Catalunya, antes Euskadi, o lo que toque, en la Franja de Gaza o en un Sarajevo sitiado, mientras los ingresos publicitarios y de cuota de pantalla nutren los bolsillos de los próceres de la comunicación y sus superiores. El fuego se ve mejor en plasma y HD pero no solo se prende en las calles. Una lástima que en esta profesión o besas la mano o acabas debajo de un puente.

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