sER peatón se ha convertido en un deporte de riesgo en Bilbao. No tengo muy claro si están funcionando las políticas públicas orientadas a desincentivar el uso del coche en las ciudades, pero lo cierto es que las aceras se están llenando. Patinetes, bicicletas, zombies ojeando el móvil... No da para más y en las zonas en las que hay obras, en las inmediaciones de Termibus, por ejemplo, es imposible evitar las colisiones. Una ciudad está viva si sus calles, comercios, museos y establecimientos de hostelería tienen actividad. Y, desde luego, en la capital vizcaina el latido es muy sonoro. Sin embargo, en ocasiones da la impresión de que no se le saca todo el partido que se debería a la calle. Más allá de las numerosas actividades que se programan y el interés que puedan suscitar -tal vez no demasiado y desde luego menos que el poteo de la tarde-noche del sábado o las rabas del domingo-, queda pendiente la asignatura de enfocar esa vida en la calle de una forma más sostenible. Y para conseguirlo había que empezar por desterrar las prisas de las aceras. Se trata de poder aprovechar el paseo aunque se trate de un desplazamiento de índole laboral para descongestionar la mente y buscar un punto de relajación. Conseguir en definitiva que ir por la calle sea una actividad más grata que lo que es hoy en día de cara a poder mirar la ciudad de una forma más sosegada, sin las urgencias que generan los dispositivos electrónicos y mecánicos de los que nos rodeamos.