HE tardado muchos años en confirmar lo acertado de una reflexión materna. No recuerdo el contexto ni la edad que tenía, pero sí el tono severo de la advertencia. No podéis imaginar lo rápido que pasa el tiempo, nos trasladó a sus hijos, sin que le diéramos demasiada importancia. Es algo que ocurrió el siglo pasado y que estaba enterrado en la parcela de la memoria que de vez en cuando suelta latigazos y ponen en su sitio al personal. En mi caso, la reflexión, que apuesto a que han escuchado casi todos los niños de boca de sus progenitores, me ha sacudido cuando mi hijo de once años le ha comentado a su aitite la velocidad con la que está llegando al final de la Primaria o, lo que es lo mismo, entrando en la adolescencia. Curiosamente, en la eskola, suena habitualmente la canción Pausoka pausoka, como himno para el desfile de los más pequeños desde el patio hasta su gela. Pausoka pausoka bagoaz aurrera. Poliki-poliki betez gure ametsak, repiten como un mantra todos durante años cada vez que suena la tonadilla o alguien la tararea. Y, bueno, es cierto que paso a paso, poco a poco, un padre ve cómo progresan sus hijos. Pero esa suma diaria de avances se sucede con rapidez y cuando uno quiere darse cuenta, la criatura ya tiene el empaque físico y mental de un adultito, si cabe la expresión. Razona y opina con criterio, así que puede rebatir cuando a la autoridad le da un ataque de supremacismo y olvida que hay que tratar poliki-poliki a la chavalería.