EN el tejemaneje de intrigas de poder en los que se manejan por igual -y es triste decirlo pero hay que remarcarlo: por igual- PSOE, PP, C’s, Podemos y Vox, hay un par de denominadores comunes. El primero tiene que ver con pisar moqueta. Sánchez la quiere toda para él y Pablo Iglesias no acepta que solo le toque barrerla de obstáculos sin colocar a su partido en un par de despachos. En Madrid y en Murcia, el PP y Ciudadanos se han repartido un gobierno que se les ha caído de las manos porque Vox necesita que sus siglas sirvan de algo a quienes se sumaron al auto de fe. Una foto, un abrazo, un par de concejalías o una dirección general de algo. Santiago Abascal sabe bien, porque lo ha experimentado en su carrera política, que no pillar cámara es no existir. La incapacidad de los políticos españoles para pactar exige que la ciudadanía les dé mayorías suficientes para no tener que hacerlo. Y parecen dispuestos a obligarnos a votar hasta que acertemos, como si la irresponsabilidad fuera nuestra. El otro denominador común que comparten todos estos partidos es el de homogeneizar el Estado. Pinchan en hueso en Euskadi, pero se retratan, por ejemplo, en Canarias. Allí ha valido todo esta semana para sacar a los nacionalistas de las instituciones. Pactos PSOE-Podemos-Ciudadanos en unos cabildos y de PSOE-PP en otros. Este engendro de pentapartido nacionalista español pugna entre sí donde no puede desalojar a un sexto. Esta semana, la damnificada es Coalición Canaria.