Estimado señor Indeciso: Me permito robarle un minuto de su precioso tiempo, aun a riesgo de poner en serio peligro el futuro del país al distraerle del trascendental trance de elegir su voto, para rogarle que sea consciente del arma que tiene en sus manos. Como habrá escuchado, visto o leído en los medios de comunicación (Dios quiera que escuche, vea o lea medios de comunicación serios), usted y los que conforman ese abrumador porcentaje de indecisos son legión (tómelo, por favor, en la acepción de multitud civil y no en la de tropa cuartelera). Le supongo gran aficionado al baloncesto, ese deporte en el que tras cuatro cuartos trepidantes, es habitual que todo se decida en los minutos de la basura. En la política hay también cuatro años para comprobar a qué juega cada uno, pero usted ha debido estar en el ambigú, en el baño, comiendo pipas, hablando por teléfono o completando un sudoku, y parece que necesita de estos últimos minutos para poner el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Seré sincero al decirle que me horroriza pensar que el futuro de un parlamento y del gobierno al que sustente, esté en manos de quienes no tienen un criterio claro sobre lo que quieren. ¿Ha estado alguna vez a punto de estrangular a ese amigo que no se decide ante el camarero entre carne o pescado durante eternos minutos y mata de hambre al resto? Pues algo así me pasa con usted. En fin, no me lo tome a mal. Y, llegados a este punto, piénselo bien; que su elección no se nos indigeste.