La mentira se hace un hueco día a día. Eso sí, cada vez más grande. La patraña como moneda de uso común. Intercambiable, además, en redes sociales, tribunales, tertulias y foros políticos. De ahí que los fariseos se hayan convertido en una nueva estirpe. MAR engaña al juez. Mazón embauca a las víctimas de la dana. Feijóo abraza al negligente confeso. Sánchez reinventa la historia. Es así como enero comienza destilando ese pestilente tufillo a hipocresía donde la verdad se resiste a aparecer en beneficio de un tacticismo embustero. Peor aún: no se espera que cambie el viento. De vacaciones en el Congreso, todas las cámaras enfocan a los tribunales. El nuevo patio donde lamentablemente gobierno y oposición liquidan sus afrentas. Es ahí donde el maquiavelismo artero y rentable de un experiodista de izquierdas al servicio de la derecha más rancia –léase Miguel Ángel Rodríguez– desfigura sin tapujos la verdad con una arrogancia insultante. Hasta debió achantar al propio magistrado, receloso de conocer el sabroso contenido del móvil de tan cualificado testigo. Nada que ver con su compañero de carrera que requisó sin miramientos el teléfono del fiscal general para ahondar en la búsqueda de la manida filtración.

Semejante gallardía de MAR ha envalentonado aún más al novio de su protegida, a quien define como persona honrada a pesar de sus declarados impagos a Hacienda. Ni siquiera sólidos testimonios delatores de las mentiras esparcidas por el entorno de la Puerta del Sol consiguen imponerse en este marasmo fariseico. Ya se ha olvidado que hace casi diez meses se abrió una causa por el impago fiscal de un pelotazo. Ahora, solo hay dedos para desenmascarar a quien filtró –eso sí, torpemente– los datos de un presunto defraudador que tiene nombre y apellidos conocidos.

En este Madrid, donde la derecha condiciona la ley con el guiño complaciente de una mayoría ciudadana y de un poder económico a cara descubierta, la izquierda se sigue pegando un tiro en el pie. Más en concreto, Sánchez y el PSOE. No han encontrado todavía dónde está el origen de sus continuados tropiezos electorales, posiblemente por culpa de su cainismo y exacerbada ideología polarizante. La campaña de La Moncloa contra Díaz Ayuso, por ejemplo, entraña un efecto boomerang. Nada como el agravio del victimismo para reforzar los apoyos hacia esta presidenta tan reñida con la exigencia institucional. Y por si algo faltaba, ahí llega la retahíla de los actos conmemorativos–casi dos por semana durante este año–, de la muerte en la cama del dictador Franco, que no de la recuperación de la democracia, y que tampoco disimula las gotas hipócritas que encierra el proyecto.

El presidente del Gobierno ha vuelto a dinamitar conscientemente la unidad. En esta ocasión con un tema gourmet: el franquismo como amenaza de la democracia. Entiende Sánchez que campañas ideológicas de este calado le aportan réditos porque ensanchan las diferencias ideológicas con esa derecha a la que dibuja como sinónimo de todos los males. En su diseño, tampoco le importa hacerlo despreciando una vez más a quienes apoyaron su investidura y en contadas ocasiones le escatiman el voto. Sabe a ciencia cierta que no van a cambiar de bando mientras sigan sonando las voces destempladas del kamikaze Tellado y el mileinista Abascal y por eso los malea a su antojo.

El problema, dentro

Con unos datos económicos envidiados por el resto de Europa, no hay tranquilidad para esta coalición de izquierdas. Posiblemente porque el problema está dentro. En unos casos, por la concatenación de causas judiciales que incomodan excesivamente al entorno sanchista. Resulta enternecedor escuchar que el hermano del presidente fue contratado para llevar la ópera por los pueblos de Badajoz.

A muchos otros, quizá les irrite este forzado disfraz de la verdad.

En otros, las disensiones internas emergen con demasiada sonoridad. La batalla campal sobre la reducción de la jornada laboral causa perplejidad por su dimensión. Bien es cierto que Yolanda Díaz necesita de un revulsivo para galvanizar a los suyos después de asistir desolados a encuestas tan desalentadoras, pero quizá se le haya ido la mano en la sobreactuación contra su compañero de Consejo. El mejor ejemplo para pisotear mediáticamente los logros económicos y encajar los dardos envenenados de una oposición crítica con un gobierno desnortado. Ese cónclave de los ministros de Sumar hace añicos la imagen de solvencia de una izquierda gobernante.