VLADÍMIR Putin se está marcando un Aznar de proporciones cósmicas. Aunque hay dos reivindicaciones del Estado Islámico acompañadas de abundante material gráfico, el zar del siglo XXI insiste en culpar a Ucrania de la matanza del Crocus City Hall.

Igual que la prensa conspiranoica de derechas siguió difundiendo la patraña sobre la autoría de ETA tras los atentados del 11-M, el aparato de propaganda del Kremlin –RT y demás satélites–no deja de intoxicar con todas las tesis posibles que apuntan a Kiev.

Lo llamativo es que, así como hace 20 años el bulo no coló en ninguna parte, esta vez, una parte de la progresía verdadera de Occidente –también de Euskal Herria, por supuesto– parece dispuesta a comprar la mercancía putinesca averiada. Cada vez me cuesta más comprender la fascinación que despierta en cierta izquierda un vulnerador sistemático de Derechos Humanos como el que nos ocupa. ¿Acaso no se dan cuenta de que también es el héroe de la peor ultraderecha del continente, incluida la de la península?

Se queda sin discurso

Era una pregunta retórica. Esto, al final, va de empanadas mentales de las que ninguno, empezando por mí mismo, estamos libres.

Así, junto a las intoxicaciones sobre la responsabilidad de la carnicería del pasado viernes, no es difícil encontrarse en ese pozo séptico sin fondo que son las redes sociales justificaciones del asesinato de casi 150 personas, bajo el argumento –ya se lo imaginan– de que Israel causa muchas más víctimas cada día en Gaza. Es imposible hacer entender que, aunque al gobierno ruso se le puedan atribuir decenas de fechorías, no parece que esté precisamente al lado de los sembradores de cadávares hebreos.

De hecho, como señalan varios analistas, Putin siempre ha pretendido vender que era un aliado de los musulmanes que luchaban contra el diablo occidental y ahora este atentado le rompe el discurso porque demuestra que el yihadismo también lo tiene a él y a toda Rusia en el punto de mira.

Y ese sí que es un problemón porque, con toda la maquinaria táctica y militar volcada en la invasión de Ucrania, el islamismo radical lo tiene (lo ha tenido ya, como acabamos de ver) más fácil para atacar.