Si escuece...

– Se me escapó una carcajada al escuchar a la única representante de Vox en el Parlamento Vasco que el paso del Tour por Euskal Herria –obviamente, ella no empleó ese término– había sido “un Aberri Eguna de tres días en julio”. No se me ocurre mejor botón de muestra del éxito del acontecimiento extraordinario que hemos disfrutado durante estas jornadas inolvidables que haber provocado un escozor de proporciones cósmicas a la ultraderecha española más rancia. Lástima que no sea posible repetirlo más a menudo.

Todos en su sitio

– Cargas de profundidad y maldades aparte, y una vez que ayer vimos cómo Jasper Philipsen besaba la meta de Baiona en un esprint que tuvo suspense, creo que tenemos poderosas razones para sentirnos satisfechos por el resultado final de la presencia de la ronda gala entre nosotros. Las expectativas, que eran altas de partida, se han visto incluso superadas de largo. Pese a los descomunales desafíos que se han afrontado, lo organizativo ha brillado en todos sus niveles. Cada instancia implicada en las decenas de localidades que ha atravesado la caravana ha estado en su sitio. Y ahí no solo hablamos de las grandes, medianas y pequeñas instituciones, sino de los diferentes colectivos alimentados por un voluntariado tan entusiasta como eficaz en el desempeño de la tarea que tuvieran asignada. Tras la incertidumbre creada en las semanas previas, es de justicia reconocer el extraordinario trabajo de la Ertzaintza y personalizarlo en sus agentes.

Ha merecido la pena

– Claro que en lo más alto del podio es preciso que situemos a las miles y miles de personas que se han volcado durante estos tres días que, sin exagerar, dejarán huella para el futuro precisamente por la intensidad con que se han vivido. El primero en reconocerlo ha sido el director general del Tour, Christian Prudhomme, que ayer se deshizo en elogios sobre lo que ha visto desde que la caravana amarilla llegó a Euskadi. El patrón de la Grande Boucle, que siempre ha hablado maravillas de la afición vasca, aseguró sentirse asombrado por el gentío reunido en las carreteras y el respeto y el cariño que se ha dedicado a los corredores. A eso hay que añadir que, desde el asfalto, Euskal Herria se ha reivindicado ante el mundo mostrando su cara más positiva, su diversidad y, por descontado, la belleza de sus parajes. No negaré que también muchos de nuestros convecinos han vivido la experiencia como un enorme engorro para su día a día, y les hago llegar mi reconocimiento a su paciencia. Creo, con todo, que el esfuerzo ha merecido mucho la pena.