Punta del iceberg

– El periodista Alfonso Pérez Medina, experto en información de tribunales para varios medios y, desde luego, nada sospechoso de simpatías diestras, actualiza cada poco el siniestro número de beneficiados por la llamada ley del ‘solo sí es sí’. A fecha del miércoles, eran 114 agresores sexuales de variado pelaje –desde violadores a abusadores en el seno familiar pasando por pederastas– los que han visto reducida notablemente su condena gracias a la aplicación de la norma que, según nos contaron, se promulgó para que las mujeres estuvieran mejor protegidas. Como se ve, hay un centenar largo de víctimas que no se pueden sentir precisamente representadas por tan optimista enunciado. Y bien sabemos que es solo la punta del iceberg. Cada día hay una media de diez revisiones a la baja, de las que una o dos implican directamente la excarcelación del depredador.

Negar la evidencia

– Los descorazonadores datos anteriores todavía no contemplan el impacto de lo que dejó claramente negro sobre blanco el Tribunal Supremo en su sentencia sobre los jugadores del club de fútbol Arandina, es decir, que la reducción era automática y de oficio. Menos mal que Sánchez en persona nos aseguró que no había motivos de alarma porque el alto tribunal pondría las cosas en su sitio. Pues ya lo hemos visto: la sangría de miserables babosos agraciados va a ser épica. Es de un indignidad indecible que, con esta evidencia en los morros, se nos siga tratando de hacer comulgar con la rueda de molino del machismo inveterado de los jueces y se proclame a voz en grito que la ley tiene más ventajas que desventajas. Un insulto, insisto, para las mujeres que están viendo que a sus agresores les ha venido de perlas la criatura legislativa alumbrada por el Ministerio de Igualdad y –no lo olvidemos– aprobada con una amplia mayoría en el Congreso.

Reforma urgente

– Y no. El desbarajuste no se arregla incorporando al texto la morcilla que anunció Patxi López en aquella intervención cuñadil en que afirmó que se trataba de “dar un toque de atención a los jueces” y de decirles “Oigan, no me vayan por aquí”. Está bastante claro que lo que procede es una intervención de mucho más calado. Emperrarse en que no hay nada que tocar y acogerse al comodín de las togas fascistas y machistas solo contribuirá, como estamos comprobando, a la torrentera de rebajas de pena y puestas en libertad. Otra cosa es que, en el fondo y en la superficie, a las principales promotoras de la norma les importe un pimiento sus consecuencias porque su guerra no es por hacer justicia sino ruido. l