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Hojas de otoño

Con ustedes el debate presupuestario, esa ceremonia anual en la que cada partido afila sus certezas mientras simula escuchar al contrario. Como era de esperar, las enmiendas a la totalidad presentadas por la oposición cayeron como hojas tardías de otoño, barridas por la mayoría que sostiene al gobierno foral. Nada extraordinario, nada heroico: solo la inercia de un engranaje que ya conoce de memoria el guion.

Sin embargo, en los pasillos se respiraba una tensión amable, ese aroma de negocio posible que a veces se confunde con esperanza. Elkarrekin Bizkaia se entregó hasta última hora a una negociación que muchos sabían condenada a la melancolía. Hay quien acude a estas conversaciones como quien se acerca a un puerto al anochecer: no tanto para zarpar, sino para escuchar el rumor del mar y sentir que aún podría haber un viaje. Pero el barco, una vez más, ya tenía rumbo trazado.

En política foral, como en las novelas de sobremesa, casi todo está escrito antes de empezar. Las cuentas públicas nacen blindadas por pactos previos, por una mayoría que se sabe suficiente y por una oposición que interpreta su papel con dignidad pero sin sorpresa. Es un no por el no,. Cada enmienda rechazada es un recordatorio de que la aritmética, esa diosa fría, no entiende de convicciones sino de votos contados.

Aunque a veces —solo a veces— uno imagina que en ese ejercicio de negociar hasta el último minuto se esconde un gesto más humano que calculado: la pulsión de sentirse útil, de dejar una huella mínima en el lodo burocrático antes de que cierre el telón. Y ahí, quizá, reside la única épica verdadera de la jornada: la persistencia.

La aprobación del presupuesto está garantizada. Lo saben incluso quienes levantan la voz para denunciarlo. Bizkaia continúa su camino presupuestario con la serenidad de una ría que avanza hacia el mar sin prisa.