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El sacacorchos

Jon Mujika

Un parque muy activo

El parque de bomberos es, como cabe suponer vistos los datos, un campo de sirenas, habida cuenta el incremento de llamadas, preventivas o de urgencia extrema, a los apagafuegos. Los últimos informes dejan entrever que ha mejorado el hábito de la cautela. Es algo necesario en nombre de la santa previsión. En un mundo donde la inmediatez y la urgencia parecen ser la norma, a menudo olvidamos la importancia de la prevención. Las llamadas preventivas a los bomberos son un claro ejemplo de cómo la anticipación puede salvar vidas y bienes. A lo largo de un año, estos héroes anónimos no solo apagan fuegos, sino que también se convierten en los guardianes de nuestra seguridad.

Juguemos a las imágenes. Imaginemos un día cualquiera. El sol brilla, la rutina avanza y, de repente, una llamada entra en la central de bomberos. No es un incendio, ni una emergencia médica, sino una consulta sobre la seguridad de un edificio, una revisión de instalaciones eléctricas o una charla sobre cómo prevenir incendios en el hogar.

A lo largo del año, los bomberos reciben miles de estas llamadas. Cada una de ellas es una oportunidad para educar, para informar y, sobre todo, para prevenir. En una tierra donde los incendios forestales y urbanos son una amenaza constante, la labor de estos profesionales va más allá de la acción reactiva. Se trata de sembrar la planta de la conciencia.

En este sentido, es crucial reconocer el esfuerzo que realizan los cuerpos de bomberos. No solo están entrenados para combatir el fuego, sino que también son expertos en la gestión de riesgos. Su capacidad para evaluar situaciones y ofrecer soluciones prácticas es invaluable. Cada charla en una escuela, cada visita a una comunidad, cada consejo dado a través del teléfono, es un ladrillo más en la construcción de un entorno más seguro.