Digamos que la licitación del subfluvial de Lamiako se presenta como una de esas obras que prometen cambiar la cara de la movilidad en la región. Un proyecto que, en teoría, debería facilitar el tránsito y conectar comunidades, pero que, como suele suceder en estos casos, se encuentra atrapado en un mar de flecos medioambientales que amenazan con desdibujar su propósito.

La idea de un túnel que cruce el río es, sin duda, atractiva, algo novedosa y fértil para vivir en mejores condiciones que las actuales. Imaginemos un futuro donde los atascos sean cosa del pasado, donde los vecinos de Lamiako puedan desplazarse con mayor facilidad y donde la calidad de vida se vea mejorada. Sin embargo, la realidad es que cada vez que se habla de grandes infraestructuras, surgen interrogantes que no pueden ser ignorados. ¿A qué precio? ¿Qué impacto tendrá en el entorno?

Los flecos medioambientales son esos detalles que, aunque a menudo se consideran secundarios, pueden tener un peso considerable en la balanza de la sostenibilidad. La naturaleza, con su delicado equilibrio, no entiende de proyectos ambiciosos ni de promesas de progreso. Cada decisión que tomamos en nombre del desarrollo tiene consecuencias, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que no se sacrifiquen ecosistemas por un atajo en el tráfico.

La administración, en su afán por avanzar, debe ser cautelosa. La prisa por licitar y poner en marcha el subfluvial no puede llevarnos a pasar por alto los estudios de impacto ambiental que son imprescindibles. La voz de los ecologistas y de los vecinos que conocen el terreno debe ser escuchada. No se trata de oponerse al progreso, sino de encontrar un camino que respete tanto las necesidades de movilidad como la salud de nuestro entorno.

Es cierto que la modernización de las infraestructuras es necesaria, pero no a cualquier costo. La historia nos ha enseñado que las decisiones apresuradas pueden llevar a consecuencias desastrosas. La construcción de un túnel no puede convertirse en una excusa para ignorar la biodiversidad que nos rodea. La flora y fauna de la zona merecen ser protegidas, y cualquier proyecto debe incluir medidas que minimicen su impacto. La licitación del subfluvial de Lamiako es una oportunidad para demostrar que es posible avanzar sin dejar de lado la responsabilidad medioambiental.