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El sacacorchos

Jon Mujika

Un viaje a la estratosfera

En un mundo donde los sueños de independencia se convierten en pesadillas por la realidad económica, cualquier medida concreta que se tome es bienvenida. Una de las soluciones más efectivas podría ser la implementación de exenciones fiscales que faciliten el acceso a la vivienda y promuevan la autonomía de nuestros jóvenes. La juventud de hoy se enfrenta a retos que sus antecesores ni siquiera podían imaginar. Con un mercado laboral cada vez más precario y unos precios de la vivienda que parecen dispararse a la estratosfera, la idea de emprender ese viaje, abandonar el nido familiar, se convierte en un sueño lejano.

En esa edad donde todavía se merodea el tiempo de los estudios encaja a la perfección pensar que la vivienda propia es una asignatura pendiente que se retrasa y se retrasa hasta la siguiente convocatoria. Hay, al parecer, numerus clausus y problemas de toda índole. La juventud se queja de las dificultades pero no ve la puerta de salida en este problema. Ni la de entrada, puestos a pedir.

En muchos rincones del mundo, un joven con ansias de volar se encuentra atado al suelo, como si en el hecho de ser joven no se tuviera derecho a ser libre. Es una generación que sueña con el viento, pero se ve obligada a seguir respirando el aire estancado de una casa que no termina de ser suya. La vida es algo que se comienza a vivir cuando se sale del nido, cuando el joven puede, por fin, ver el mundo con ojos propios, sin la sombra de la protección o el peso de cuatro paredes que no son tuyas.

Al paso que van las ofertas pronto será más sencillo hacerse con unas hectáreas en Marte que con 60 metros cuadrados en la ciudad o el pueblo donde uno nació, donde uno tiene sus contactos, su vida hecha, sus amores vividos o por vivir.

Son tiempos difíciles, eso salta a la vista. Pero la solución no es que los jóvenes sigan esperando, que el futuro se les siga escapando, o que se vean obligados a compartir su casa hasta el último resquicio de su existencia. La solución es otorgarles lo que el mundo les debe: un espacio para ser, para crecer, para dejar de ser hijos y comenzar a ser, de una vez por todas, dueños. Las exenciones fiscales para la juventud son un puente hacia esa libertad. No se trata de regalar, se trata de permitir. No se trata de aliviar cuestas, sino de abrir caminos. Está bien que la política fiscal sea un instrumento de justicia, no solo de recaudación.