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Prueba de relevos

En los Juegos Olímpicos cotidianos, esos que se disputan en el día a día llega una competición que siempre llama la atención: la prueba de relevos. Exige una precisión milimétrica en la que el testigo pasa de mano en mano con el firme propósito de que no se pierda ritmo en la carrera. Y si fue el turismo el que tanto trajo ahora son los congresos los que están llamados a dar la curva que lleva del verano al otoño, una posta del 4x100 que pide precisión.

Es curioso, en días como el de ayer en que despegó Polaris Dawn, el vuelo espacial que lleva a cuatro civiles, incluido el multimillonario Jared Isaacman, a una órbita terrestre en la que realizarán el primer paseo espacial privado (ahí también es necesario un ensamblaje milimétrico, no sea que se repita la desgracia del submarino Titan,en el que otro millonario perdió la vida por ir en busca del pecio del Titanic...), hay gente que apuesta por otro tipo de contactos. Gente que va y viene en la trepidante marcha de los congresos que ahora abastecen de huéspedes a los hoteles de Bilbao. Es un no parar.

Voy a hacer un pronóstico: puede pasar cualquier cosa. No es fácil saber dónde y cuándo se detendrá esta marcha. En un mundo cada vez más interconectado, donde la información fluye a la velocidad de la luz, los congresos siguen siendo un pilar fundamental para el intercambio de ideas, la creación de redes y el avance del conocimiento. 

¿Siguen siendo relevantes los congresos en su formato tradicional? La respuesta es sí. A pesar de la comodidad que ofrecen las videoconferencias y los webinars, los congresos presenciales tienen un valor que va más allá de charlas y presentaciones. Son espacios donde se forjan conexiones humanas, donde las conversaciones de pasillo dan lugar a colaboraciones inesperadas y donde la energía colectiva de un grupo apasionado por un tema puede ser inspiradora.