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El sacacorchos

Jon Mujika

Robinson Crusoe

Recuérdenlo, Robinson Crusoe es una novela clásica escrita por el autor inglés Daniel Defoe y publicada por primera vez en 1719. La historia sigue a un hombre joven de nombre Robinson Crusoe que, tras un naufragio, queda varado en una isla desierta durante 28 años. Durante su tiempo en la isla, Crusoe aprende a sobrevivir, construir una vida para sí mismo y enfrentarse a desafíos inimaginables. La novela es considerada como una de las primeras novelas de aventuras de la literatura occidental y ha ejercido influencia sobre otras obras literarias y películas. Es una historia que explora temas universales como la supervivencia y la soledad, entre otros.

Esa vida de superviviente y en solitario perfila un personaje de hoy en día en las grandes urbes. Son cada vez más los hombres y mujeres que o bien apuestan por ese estilo de vida independiente o bien se han visto abocados a vivir en soledad y/o con los mínimo. Hablaba, hace unos días, de la soledad que surge en el camino, casi como una aparición. Así que permítanme reflexionar ahora sobre la soledad voluntaria, esa que nace de la firme esperanza de que uno es capaz de practicar el arte de la vida sin compañía. Recuerdo ahora un pasaje del propio Crusoe en el que se intuye la aparición de un ser humano desconocido. Oigámosla.

“Allí estaba muy clara la huella de un pie, con sus dedos, su talón y todas sus partes. No sabía, ni podía imaginar, cómo había llegado hasta allí. Después de darle mil vueltas en la cabeza, como un hombre completamente confundido y fuera de sí, regresé a mi fortificación, sin sentir, como se dice por ahí, la tierra bajo mis pies, aterrado hasta mis límites, mirando hacia atrás cada dos o tres pasos, imaginando que cada árbol o arbusto, que cada bulto en la distancia podía ser un hombre”.

“Que cada bulto en la distancia podía ser un hombre”. Robinson pronuncia esta frase como si en medio de su soledad recelase de la aparición de otro ser humano, de un bulto que acecha. Para este tipo de personas, cada vez más presentes en nuestra sociedad, la vivienda unifamiliar es la gallina de los huevos de oro: evita la tentación de meter a alguien en casa y le facilita una vida a medida, ajustada a sus posibilidades y a sus necesidades. En ocasiones es un campo base para la ascensión, un Cabo Cañaveral para el despegue. En otras, es el sueño largamente perseguido. Mi querida soledad.