EN estos días de arranque todo son planes para llegar a los objetivos o para derribar los muros que nos ciegan; todo son ideas por estrenar. Todo es nuevo. Si tuviera que opinar sobre una virtud, me referiría a esta virtud: adaptarse a la exigencia, no desmoronarse, no quebrarse, persistir a pesar de la adversidad, enfrentar las dificultades, pudiendo ser siempre el mismo. En el horizonte se vislumbra ahora un año nuevo y ni siquiera sabemos con qué materias primas contamos para construirnos algo diferente, algo que nos haga más felices mañana, mucho más que ayer. Siempre, con lo que tengas, se puede, se debe empezar de nuevo. De salida tenemos el deber de ser felices.

Ahora que las noticias nos llegan con el perfume del primer rocío, con la información que habla de estrenos, de cambios de mano, de previsiones; ahora, digo, es cuando ya es hora de dejar de hacer lo conveniente para empezar a hacer lo que se desea. No es fácil. Lo último que uno sabe es por dónde empezar. Pero no hay límite de tiempo, puedes empezar cuando quieras. Vemos ahora cómo la intermodal cambia en su gestión y cómo en la Diputación ya preparan las vendas antes de que aparezcan las heridas; vemos cómo las cosas giran, cómo no hay un paisaje fijo.

¿Conviene quedarse a verlo todo como espectador o es preferible ponerse manos al asunto? Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad. ¿Qué nos diría el ingeniero, una vez hubieras explicado tu problema y enumerado todas las insatisfacciones de tu vida? Probablemente te diría que la vida es una cosa muy difícil y complicada; que ninguna interfaz puede cambiar eso; que cualquiera que crea lo contrario es un imbécil; y que si no te gusta que escojan por ti, deberías empezar a elegir por ti mismo. Creo que leí algo así hace ya un tiempo pero no actué aunque lo grabase. Es hora de activarme. l