El futuro está oculto detrás de los hombres y mujeres que lo hacen. ¿Qué habrá a sus espaldas? Por mucho que haya un importante conocimiento en su construcción; ríos de avanzada tecnología o el saber de un sinfín de gente científica, mecanica o calculadora, nadie sabe a ciencia cierta qué vendrá ni cómo. Sobre la mesa de previsiones se despliegan los planos del diseño para el mañana. Hoy, sin ir más lejos, aparecen ante nuestros ojos la futura Facultad de Medicina y Enfermería que busca hueco a la vera del Hospital de Basurto y la próxima llegada del metro a Rekalde e Irala, dos tierras señaladas en rojo, por su importancia, en los objetivos del mañana. Los cálculos ya está hechos y no parece posible una marcha atrás. Lo que ya pide la ciudadanía, impaciente por naturaleza, es que comience la cuenta atrás cuanto antes. Entran en juego el encarecimiento de las obras y los consabidos retrasos en el tiempo, circunstancias habituales cuando se quiere construir algo sólido, como es el caso. 

La formación y el transporte, he ahí dos motores que mueven a las civilizaciones avanzadas desde hace décadas y décadas. Es más divertido pensar en el futuro que cavar en el pasado. Esa es la impresión que queda en el siglo XXI. El pueblo quiere lo nuevo, un paso adelante, una oportunidad de más. “Que los sueños de tu pasado sean la realidad de tu futuro” cantaba Jimi Hendrix aferrado al mástil de su guitarra. Es solo un ideal, una esperanza de juventud, dirán aquellas personas que se tengan por más cabales, que defiendan las reglas de una vida más ordenada. Son los que piensan más en la seguridad de la supervivencia que en la incierta sorpresa que aguarda a cada paso que das, sobre todo si aparecen las curvas de las dificultades, como les decía. Ideales los de Jimi, si quiere. Sí. Pero que hermosura de combustible para encaminarse a un nuevo mundo. 

Tampoco suenan utópicos. Son sueños para la distancia corta. A nada que no se nos tuerza la vida, la inmensa mayoría de lo que lean esta reflexión verán la nueva Facultad y podrán llegar en metro hasta el corazón de Rekalde, donde también se avisa la voladura del tan denostado Scalextric que sobrevuela el barrio. Seremos testigos de toda esta transformación. Queremos serlo. A Bilbao ya no lo conocen ni los padres de la patria que lo parieron. Y ahí, sigue, en continua metamorfosis.