TODO ocurrió en el hotel Alexandra de Glasgow en el verano de 1891, cuando William McCrum, a la sazón portero de fútbol, pidió que se crease una de las más terribles pesadillas que persiguen a los guardametas desde entonces: el penalti. McCrum expuso que eran injustos los comportamientos antideportivos (y sus castigos, por supuesto...) de los defensas cuando un delantero estaba en boca de gol. Tras un acalorado debate, se aprobó la norma número 13 de las Leyes del Juego y el penalti entró en nuestras vidas.

Los especialistas aseguran que hacen falta nervios de acero y mucha intuición para enfrentarse a este desafío. Por eso llama la atención que fuese precisamente un portero quien propusiese esa norma. Habla de la honradez y la carta cabal de los porteros y, por qué no decirlo, ese punto de locura que se atribuye a los guardametas.

En esa estirpe milita Unai Simón, por mucho que sus maneras apunten a la templanza. Acaba de demostrar que lo suyo no es una postura más, una de esas pajaritas que adornan mucho y aportan poco, sino un estilo de vida. Si hace apenas unos días le enviaba un mensaje de ánimo a Unai Marrero, el hombre que debutará en un derbi este sábado bajo los palos de la Real Sociedad, ayer mismo quitó barba al asunto de su renovación con el Athletic –“los dos sabemos que queremos seguir”, dijo...–, bajó el diapasón de los aleluyas que le lanzó Iribar y habló maravillas de Julen Agirrezabala, quien defiende la portería del Athletic en la Copa. “Julen lo está haciendo fenomenal y aunque yo no juegue un minuto en la Copa, seré el primero en tirarme a la ría desde la gabarra si ganamos el título o hacer alguna locura”. Ya ven, el espíritu de McCrum.