¿DÓNDE están los problemas, matarile, rile, rile...? Tras el último partido disputado en San Mamés la parroquia dejaba el campo con ese canturreo y una sonrisa de oreja a oreja, modelo Joker; con un aire de alivio que se fue entre suspiros. El viejo fantasma de los recelos que atenazan se ha esfumado a manotazos y aparecen en eseena las viejas esperanzas que ilusionan. Todo esto es conocido en la afición, acostumbrada a vivir a golpe de impulsos. Saben, sabemos, que si el miedo ocupa tu cabeza no deja espacio para tus sueños. Así que visto a un equipo forjado como el actual ya se hacen cálculos, ya cantamos, aunque sea por lo bajinis, ese Aurten Bai reservado para las finales.

No era esa la sensación que se tenía en agosto, cuando todo eran dudas. Se decía que la defensa se inclinaba como la torre de Pisa con el adiós de Iñigo Martínez y la ausencia de fichajes en las demarcaciones de los defensas centrales. Con Yeray lesionado; con los dos legionarios de fortuna como Yuri Berchiche y Óscar de Marcos, renqueantes, y con el Real Madrid paseándose en aquel 0-2 de primera hora se hablaba de una defensa de cristal. A partir de entonces surge Imanol en la banda, se consolida la zaga, se alcanzan tres porterías a cero y Unai Simón consagrándose. Ya nadie lee el cartel de Frágil en la zaga.

¿Y el centro del campo qué? Es viejo y obtuso, decían los más pesimistas. Un cementerio de elefantes. Y de repente Ruiz de Galarreta se revela como un todocampista de lujo, con criterio de catedrático; Mikel Vesga funciona como los antiguos stoppers; Sancet se revuelve entre giros y balones envenenados; Ander Herrera asoma la patita con criterio, al igual que Iker Muniain, tan cerca ya del cielo de las estadísticas rojiblancas, y Unai Gómez, la juventud, aparece y marca. Dani García aguarda en la recámara en perfecto estado de revista. Todos en su posición, sin experimentos.

Lo de arriba, lo de la azotea es otra aventura. No hay delantero centro solvente y de repente, ¡zas!, Guruzeta marca tres goles como ariete. Iñaki Williams no es un nueve al uso y, ¡catazas!, juega por la banda con ese espíritu tan propio de los leones, con un aportodas que desbarata cualquier defensa, con ese arrebato en rojo y blanco, lanzando balones de gol y marcándolos (lleva ya dos...); Nico Williams, ahora lesionado, da asistencias como churros; Berenguer, con sus habilidades, y el Búfalo juega minutos y se le ve. Marca, asiste, pelea. Todos juegan en su sitio y todo parece bien. Amén.