FUE un golpe seco, un directo al mentón o un contundente croché al hígado, como prefieran. Llegó en el último asalto, cuando el Athletic llegaba ya con la lengua fuera a los últimos minutos del partido del año, vaciado y con la sensación de que se aproxima a la injusticia del barranco de los penaltis; cuando la falta de oxígeno nubla las ideas. Ahí cayó el Athletic en unas semifinales que jugó a cara de perro, en un partido que fue suyo y que perdió por un golpe de humor negro que, maldita sea su estampa, no tuvo un ápice de gracia.

Para entonces San Mamés, que lleva entre plegarias desde que se apagó la luz de Aduriz, ya se había mesado los cabellos por aquellos dos remates malos, horrendos, de Nico Williams. No era el día para achacar a este hombre la sequía del gol y La Catedral, en llamas, le animó una y otra vez. ¡Nico, Nico! gritaban, gritábamos. Pero no, tampoco. Nico no es el mesías capaz de predicar en el desierto. La ausencia de gol es una maldición, una plaga bíblica. Y el Athletic pena la condena de una de cada diez (ocasiones, quiero decir...) para marcar. ¡Nico, Nico! coreó San Mamés mientras que los disgustos iban por dentro. Ese es el carácter de este campo: no doblar la rodilla hasta el último minuto.

¿Es una frivolidad invocar, en estas horas negras, al humor? Hay que buscar Santo remedio. El gol es una rara avis en peligro de extinción, sobre todo en las tierras del fútbol vasco, donde es más fácil encontrar a Drácula que a delanteros centro con colmillo.

En peregrinación a los cuarteles de invierno –para el Athletic se acabó el martes la primavera...– todo eran ¡Ays! y “si hubiésemos...” por el camino. Se oyó de todo. Si no hubiésemos cedido a Villalibre; si nos la hubiésemos jugado con Jon Bautista y Karrikaburu; ¿por qué no se la juega la directiva con Julen Jon Guerrero, o más aún, con Oyarzabal, tirando la casa por la ventana...? Ya casi nadie duda que es un equipo desdentado y les aseguro que todo ello lo escuché ayer. Gritarán, gritaremos, de nuevo, un ¡Nico, Nico! porque es uno de los nuestros.

Es por ello que duele ver al joven huyendo de las redes sociales, tanta veces convertidas en los callejones oscuros de Harlem. Es lógico pero yo no lo hubiera hecho, Nico. Yo me hubiese reído de toda esa gente que se siente miembro del tribunal de la Inquisición y, de paso, de mis propios errores que fueron morrocotudos, como bien sabes. ¿Cómo reírse? Ha volado en las últimas horas un meme que decía algo así como “¿Sabías que... si Nico Williams hubiese disparado a John Lennon, el artista inglés cumpliría hoy 82 años?” El gag tenía su gracia y si el propio Nico hubiese seguido el hilo del humor sentiría hoy el escalofrío de los remedios.