ÉRASE un equipo feliz, con seis victorias encadenadas –un partido de Liga frente al Valladolid, dos eliminatorias de Copa frente al Alzira y el Sestao y tres encuentros amistosos celebrados durante el parón mundialista...– cuando le atrapó el mal de amores. Mientras el mundo del fútbol entero miraba hacia Brasil con angustia por la agonía de Pelé, aquel Bilbao más grande del que hablaba Unamuno, escuchaba con estupor la noticia del fallecimiento de Txetxu Rojo, el hombre al que Carmelo Bernaola bautizó como “el Mozart del fútbol”. Aquella zurda prodigiosa que compartió banda con Churruca y Estanis Argote, aquel carácter indomable que le convirtió en alguien inolvidable había conquistado el corazón de San Mamés. No en vano, era el jugador de campo –Iribar juega en otra Liga, era un jugador en los cielos, de tantos vuelos como hizo...– que más partidos ha disputado vestido de rojiblanco. Un león con aires de Cary Grant, habida cuenta su elegancia con el balón en los pies.

Mal de amores, les decía, porque el cariño y el querer entre el Athletic y Txetxu ha sido recíproco. En pleno corazón del duelo hoy jueves el Athletic volverá a la oficina, retomará la competición con el alma encogida. Y sólo un fútbol trepidante y preciso, más de conquista que de guerrilla –a Txetxu le gustaba así...– desplegado en el Villamarín puede funcionar como antídoto. Sería un homenaje hermoso y justo, por encima del brazalete negro o de la salva de aplausos que le aguarda en San Mamés, como él quería.

Ese propósito es tan bello como complicado. No en vano, el Athletic regresa al corazón desbocado de la competición frente a un Betis, uno de los equipos que le miran cara a cara en la competición. Van a jugarse la mano en los salones nobles de la tabla, ahí arriba. Y el Athletic llega a la mesa con el equipo sin lesiones, la ambición intacta y el alma que se les encogió con el adiós a Txetxu presta a rendirle honores.

En situaciones como esta, en momentos difíciles como el actual por las circunstancias, es cuando uno siente que la eterna idea de que el Athletic es “una familia” no es letra de cantinela sino de himno para llevarse la mano al pecho. Se ha muerto el tío Txetxu, coño. Habrá que recordarle como Dios manda.

Es, ha de ser, el Athletic de siempre el que salte esta tarde al Villamarín. El equipo capaz de revolverse y sacar el orgullo del hondón del alma para rehacerse y seguir haciendo historia en el camino.

Ningunos de ustedes, señores jugadores, habrá visto a Txetxu Rojo irse por la banda y lanzar aquellos centros telescópicos pero todos ustedes han sentido el pellizco de emoción que él sentía cada vez que se vestía la camiseta rojiblanca. Ya se hacen una idea de lo que sintió, así que sí, le han conocido. Hoy van a jugar con doce en su despedida a nada que sean capaces de recordarle y dejarse llevar por su ímpetu y su juego. Con doce. Cierren los ojos e imagínenselo. De ese recuerdo pueden sacar ventaja. Sería tan hermoso ese homenaje...