EDRO Sánchez se ha decidido a acometer una crisis de gobierno en el arranque del verano político. El movimiento pretende estabilizar su gabinete de cara al próximo curso, que determinará la duración real de la legislatura. En este sentido, podría considerarse un intento de consolidar y agotar que explicaría en parte la intencionalidad de política de los cambios, al afectar a los perfiles más desgastados desde esa perspectiva: Calvo, Ábalos, Campo o Redondo. En todo caso, la estabilización interviene únicamente sobre los ministros socialistas, lo que refuerza a los de Unidas Podemos. Esto es tanto como consolidar un gobierno de dos espacios, que es uno de los inconvenientes que arrastra y que debería superar una operación de este tipo, y no solo apaciguar los pasados desencuentros entre ministros de ambas sensibilidades. Esto lleva directamente a fijar la mirada en la salida de Carmen Calvo, hasta ahora vicepresidenta primera. Calvo ha protagonizado las principales las divergencias de criterio entre las dos sensibilidades del gabinete. Ha ejercido de muro de contención del discurso más populista del socio del PSOE y esto le ha llevado a perder varios pulsos, como el de la Ley Trans. Tampoco acertó en su posicionamiento sobre la modificación de las tarifas eléctricas y, aunque ha hecho un claro servicio a la línea de pensamiento más institucional en el PSOE poniendo freno al socio de gobierno, su desgaste era más que evidente. Esa responsabilidad caerá ahora, más allá de que la debería ejercer el propio presidente aunque hasta la fecha no lo haya hecho, sobre Nadia Calviño. Llega con un bagaje más consistente en los últimos meses: reforzada por el acuerdo y la aprobación europea a su plan de recuperación, que ha servido para desbloquear, de facto, la próxima recepción de fondos europeos. El resto de la crisis afecta a ministros de perfil bajo, aunque no necesariamente por la importancia de sus carteras -Exteriores, Educación o Ciencia- sino porque su desempeño no ha respondido al protagonismo que deberían haber tenido. En ese intento de reforzar su posición hacia adentro y afuera, Sánchez deberá tener en cuenta el nudo en las relaciones con Euskadi que está formando ahora mismo el ministro Escrivá aunque haya priorizado premiar el acuerdo formal sobre pensiones, pese a sus evidentes carencias. Tendrá que corregirlo reconduciendo a su ministro.