STÁN saltando los acuerdos de Gobierno de PP y Ciudadanos en una suerte de juego de dominó en el que se acredita la precariedad de la fórmula y el carácter instrumental de los convenios de reparto de poder entre ambos partidos. Pasa factura la debilidad manifiesta de su dependencia, más o menos explícita, de una tercera fuerza de las características de Vox, dispuesta a la vez a ser garante de la gobernabilidad en su interés y de manejar discursos y estrategias de escenografía propia que la sitúan casi en el ámbito antisistema -entendido este como uno de valores democráticos reales-. La pérdida de timón en el discurso ideológico del Partido Popular se traduce en que no puede mostrarse como una fuerza moderada y reformista mientras comparte discurso con la derecha más extrema. El primer damnificado ha sido su socio más débil: Ciudadanos. En franca decadencia en los sucesivos procesos electorales del último año y medio, la formación de Inés Arrimadas se vio reducida a mero apósito de la derecha tradicional y mostró sus carencias a un electorado que acudió a ella fruto de la fama y fortuna que por un breve periodo de tiempo hizo aquello que dio en llamarse política líquida. Pero la coherencia ausente tiene un coste. Ciudadanos busca ahora su reorientación al centro tras ser muleta de la derecha y socio de la ultraderecha cuando las circunstancias lo requerían. Su moción de censura en Murcia junto al PSOE ha ocasionado la reacción inmediata del PP en la Comunidad de Madrid, temerosa Díaz Ayuso de padecer el mismo tratamiento por parte de su socio de gobierno. El escenario consiguiente es el intento de mantener al margen del desplome aquellos acuerdos donde la conjunción de intereses aún pueda imponerse a la coherencia. Andalucía o Castilla y León esperan con asombro que alguien decida si los motivos de la ruptura entre PP y C's en Murcia y Madrid son extrapolables con coherencia o soslayables por interés de la estraegia instrumental de repartir cotas de poder. En un rincón de la descomposición de la derecha española sonríe Santiago Abascal, dispuesto a recoger los restos del naufragio. El riesgo principal es que por el camino se está quedando el discurso ideológico de una derecha democrática y está alumbrando otra cosa. A costa de la ciudadanía, sus derechos y los factores de su convivencia.