LA moción presentada ayer en el Senado por el PP y aprobada con los votos del partido de Casado, Ciudadanos, UPN y Foro Asturias instando al Gobierno español a no cumplimentar el traspaso de las competencias del Estatuto de Gernika pendientes porque “se lesiona la unidad de España” retrata en toda su crudeza la realidad de quienes la respaldan. Ni siquiera se trata de que la moción tenga una pretensión electoral, que ya de por sí definiría a quien la presenta por situar sus intereses partidistas por encima del cumplimiento de la ley, sino de que los principios, si pueden denominarse así, ánimo e intenciones que mueven la política del PP y sus partidos-satélite, también de Ciudadanos, evidencian cada vez de modo más nítido la distancia que les separa de los acuerdos y el espíritu de consenso que hizo posible la Transición, en la que sus predecesores políticos, por cierto, participaron a regañadientes. La mera pretensión de que el gobierno no traspase las competencias pendientes reconocidas por este (sin olvidar que no ha incluido en el catálogo prisiones ni gestión económica de la Seguridad Social) les sitúa al margen de la Constitución y el Estatuto -que Alianza Popular, cabe recordarlo, no apoyó- y desnuda la ideología que subyace en quienes se han venido arrogando en tantas ocasiones la defensa del texto constitucional y de la legalidad vigente siempre, eso sí, desde su interesada y parcial interpretación, que nada tiene que ver con el respeto a las mismas. Más concretamente, el atronador silencio que sobre el particular ha mantenido el Partido Popular del País Vasco que lidera Alfonso Alonso no hace sino incidir en el error que lleva a dicha formación, tal y como reflejan las últimas elecciones y adelantan las encuestas para las próximas, a la irrelevancia política, que es donde también se sitúa Ciudadanos. De ello se deduce también la importancia que conceden a Euskadi y su ciudadanía la formación liderada ahora por Casado, y antes por Rajoy y Aznar, o la de Rivera. Ambas sacrifican la respuesta a las exigencias y necesidades de la sociedad vasca a cálculos electorales en el Estado soportados únicamente en la pretensión de ahogar el estrépito de la probada corrupción y la reiterada ineficacia con un discurso estruendoso de nacionalismo frentista que enlaza peligrosamente con los peores populismos de derechas del pasado siglo.