LA convocatoria adelantada de elecciones generales para el 28 de abril por Pedro Sánchez, que este justifica en la incapacidad de desarrollar su acción de gobierno sin los presupuestos devueltos por el Congreso el miércoles, tiene tanto o más fundamento, sin embargo, en el cálculo electoral y personal de quien a partir del día 5, con la publicación de la convocatoria en el BOE, pasará a ejercer de presidente en funciones. La justificación presupuestaria resulta cuando menos vana ya que la concatenación en un mes escaso de las generales con las europeas y municipales-forales y autonómicas hará que, independientemente del resultado, se deba seguir gobernando con la prórroga de los presupuestos de Rajoy durante todo el ejercicio; por cierto, un ejercicio en el que se calcula necesario un ajuste de más de trece mil millones de euros con un déficit en torno al 2,8%. Eso sí, en el caso de Sánchez sin la obligación de sacar adelante iniciativas comprometidas. Porque aunque esgrima la aprobación de 13 leyes y 25 decretos leyes en su limitado tiempo en el gobierno, algunas (renovación consejo RTVE, exhumación de Franco...) siguen sin culminar y otras eran de obligado cumplimiento (como la trasposición de 8 directivas europeas) y serán más las que pese a haber sido anunciadas como eje de la acción gubernamental ni siquiera lleguen a tramitarse (ley de memoria histórica, ley de enjuiciamiento criminal ante la corrupción, reforma de la ley mordaza, voto de discapacitados, ley de muerte digna...) o a presentarse (ley de cambio climático, derogación de la reforma laboral, tasa digital...) en el Congreso. Ahí tiene el PSOE su programa electoral para mejorar, lo que no es difícil, su representación con una campaña centrada en la apelación al voto útil que aproveche la crisis interminable de Podemos y el temor a la creciente influencia de la extrema derecha en la conjunción PP-C’s-Vox que impulsa, evidencia y pretende Casado para sumar una mayoría que la derecha solo alcanzó en 2000 y 2011. Y esa son las verdaderas cuentas de Sánchez, quien incluso puede salir reforzado internamente frente a los barones que se le resisten. Porque, en todo caso y salvo impredecible seísmo electoral, se entiende inverosímil que la legislatura número trece se afronte con un cambio sustancial de la correlación de fuerzas y, por tanto -también en lo que respecta a los intereses de Euskadi; y de Catalunya- de influencias.