Trump vuelve a la Casa Blanca, pero esta vez con una victoria incontestable, con mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado. La bestia negra de las relaciones EE.UU. / UE, asumirá la presidencia de la primera potencia del mundo en enero con más poder que nunca. Él fue el primer mandatario del “amigo americano” que se atrevió a cortar con la historia y decirnos a los europeos que ya está bien de vivir de los beneficios de la paz, construyendo un confortable Estado del bienestar gracias a la protección de Seguridad y Defensa pagada por los estadounidenses. No tiene pinta que tras estos cuatro años de “receso Biden”, Trump haya cambiado de opinión respecto a la Unión Europea, “un tinglado falso, caro e ineficiente”, como en su día llegó a calificarla. Ante un personaje de boca suelta, dado a la exageración, pero cuya única brújula de supervivencia es el pragmatismo del magnate de los negocios, conviene centrar el tiro en Bruselas sobre el tipo de relación que nos interesa con Washington y en sobre las materias concretas, más que ir al choque de cruce de declaraciones subidas de tono que seguro tendremos que soportar de él.
Proteccionismo
Tampoco es que Trump se haya roto la cabeza en su programa electoral. Vuelve más o menos con la cantinela de 2016, hacer otra vez a América grande, en esta ocasión bajo el lema de “MAGA –Make America Great Again–”. Traducido a hechos, volver al proteccionismo y al “América para los americanos”. En el plano comercial, Trump ha amenazado con imponer aranceles del 10% a todas las importaciones, una perspectiva preocupante para la UE, cuyo mayor socio comercial es Estados Unidos. Ante este panorama la Comisión Europea ya está diseñando posibles medidas de represalia por si esas tasas aduaneras entran en vigor, algo que no movió ni un centímetro a Donald Trump en su primer mandato. La táctica del reelegido presidente es siempre la misma: amenazar con posiciones de dureza para negociar y lograr ventaja del acuerdo. Es empresario antes que político. Por lo tanto, habrá que prepararse para negociaciones a cara de perro con la Administración norteamericana, algo que no sabemos si es peor que los cuatro años diletantes de Biden, donde casi no se ha alcanzado ningún acuerdo y los temas se han estancado sin solución.
Adiós a lo verde
Asimismo, Trump ha dejado claro que en su nuevo mandato se acabarán las “bromas ecologistas”. Proteger a la industria de automoción de su país y a los petroleros que son unos de sus principales donantes de campaña, será una de sus principales prioridades. Un giro de 180 grados que se produce cuando la UE se está replanteando su Pacto Verde y si no cambiando objetivos, si ajustándolos en plazos. Es indudable que, para la industria europea del automóvil, ya muy tocada por la competencia de los fabricantes chinos de coche eléctrico, este cambio en EE.UU. supondrá un complejo dilema de hacia dónde tirar y porqué tipo de vehículos apostar a futuro. Todo ello en plena batalla de la UE por reducir la brecha de competitividad que reflejaba el informe Draghi y que a buen seguro con Trump a los mandos, será aún más difícil de lograr, teniendo en cuenta que los gigantes tecnológicos norteamericanos le han apoyado sin fisuras, con Elon Musk a la cabeza como adalid de la nueva Administración.
Sus aliados en la UE
Por último, debe preocuparnos la capacidad de hacer amigos que Trump va a tener en el seno de la Unión Europea. Su viejo colega, Víktor Orbán estará ya frotándose las manos con el regreso de Trump. Populistas ambos, enemigos acérrimos de la prensa y, sobre todo, aliados de Putin, lo primero que ya ha anunciado Trump es que quiere acabar con las guerras en el mundo. Un eufemismo que sencillamente es una llamada a la rendición de Zelenski, algo por lo que Orbán lleva trabajando en la UE desde el inicio del conflicto. Otra candidata idónea a llevarse bien con Trump es la presidenta italiana del Consejo de Ministros, Giorgia Meloni. Protagonista principal del último Consejo Europeo, la líder transalpina ha hecho de la migración su caballo de batalla, algo en lo que tardará muy poco en ponerse de acuerdo con Trump, que lleva décadas soñando con poner muros a la migración. En resumen, si Trump quiere jugar a romper la unidad de la UE, a buen seguro tendrá socios internos, lo que obligará al fortalecimiento de las instituciones europeas y capacidad negociadora con la Casa Blanca.