La Redacción

Doy por hecho que Adela cautivará a los espectadores madrileños. Pocos saben del esfuerzo profesional y emocional que hace cada día para ser la más entregada en la tarea de entretener e informar. Porque tiene el corazón roto en mil pedazos tras perder hace poco a su hija de 8 años por un cruel cáncer. Y allí se planta ella en el plató, como una heroína, a seguir con su vida y su labor. Deja cinco días a la semana, más de veinte al mes, a su otro niño, su familia y su casa de Bilbao para cumplir un cometido que ETB le ha negado. ¡Maldita sea, esto no se hace! Cuando más apoyo necesitaba y era más urgente una oportunidad de restauración y cercanía, los rectores de nuestra televisión la han forzado al exilio. Me siento abochornado.

Trabajar en Madrid, bien lo sé, es ir a cuchillo. Lo último es el despido del guionista catalán Bernat Barrachina (¡honor para él!) por ser autor de un irónico e ingenioso rótulo insertado sobre la imagen de la heredera. "Leonor se va de España, como su abuelo" es un retrato absoluto de la democracia hispana. Rosa María Mateo, tan caducada en RTVE como Carlos Lesmes en la judicatura, ha ejercido de Torquemada. Qué desgracia de país que llora por no reír.