hAY un canal de televisión alemán llamado VOX, perteneciente al gigante audiovisual RTL, nada que ver con el partido Vox al que da cobertura Intereconomía, también llamado El Toro TV. En paralelo a la decantación electoral de la derecha y la extrema derecha se ha producido un ajuste de la oferta hacia estos sectores ideológicos: Trece, propiedad de la Conferencia Episcopal, se ha quedado con los acérrimos del PP, mientras que Intereconomía es la trinchera de los votantes de Abascal. Dejo aparte a Telecinco y Antena 3 porque ambas son emisoras del Gobierno, a cuyos presupuestos se encomiendan. Los dos grupos siguen en deuda con Zapatero y sus sucesores desde que, en 2010, les regalara los 500 millones de euros anuales de la publicidad de TVE. Para disimular, tienen a La Sexta jugando a ser muy roja y a Cuatro haciendo de rebelde de salón por las tardes. La Iglesia quiso absorber a Intereconomía para edificar una archidiócesis mediática; pero el navarro Julio Ariza, integrista y del Opus, no lo permitió. Intereconomía es su Palmar. Trece registra audiencias del 2,2% (equivalente a cotas de medio millón de espectadores diarios), en tanto que Intereconomía ni aparece en los paneles de medición. Está en quiebra, intervenida por Hacienda y sobrevive merced a las limosnas de sus fieles. Vox le ha dado vida a su tertulia El gato al agua, máximo rival de El cascabel, de Trece. La pugna felina de sus contertulios es demostrar, a maullidos y arañazos, quién es más facha y quién más español. Es la extrema televisión para la España que yace en el Valle de los Caídos. Salvo sus noticiarios y debates, que son su agitación y propaganda, nada sustancial contienen: viejas malas películas, aburridas historias de santos, nostalgias de la guerra civil y mucha teletienda. Por coherencia, deberían emitir en blanco y negro.