sE puede elegir entre la grandeza o lo superficial. Lo uno y lo otro están al alcance de los creadores. La serie Brigada Costa de Sol, estrenada simultáneamente en Telecinco y Cuatro el pasado lunes, ha optado por el peor camino. Pudiendo escoger un drama lorquiano en la Andalucía de 1977, cuando el hachís comenzaba a producir estragos ante la perplejidad social, ha preferido la figura de Torrente para configurar la historia de la primera brigada antidroga. Federico hubiera narrado esta tragedia con la épica del pueblo que se enfrenta y se traiciona al mismo tiempo, dejando en evidencia la culpabilidad del sistema. Casi 2,5 millones de espectadores se engancharon a las andanzas del inspector Bruno, encarnado por Hugo Silva, tan artificial en su retrato de tipo duro y anárquico que se aproxima al personaje de Santiago Segura. Es lo que ocurre cuando te equivocas, por ansiedad, en la elección.

Siendo un convencional relato de narcotráfico, con sus mafias, pequeños y grandes delincuentes, crímenes, venganzas, miserias y sexo, es también la imagen de una época. Comete dos errores de bulto. Denomina Cuerpo Nacional de Policía a lo que todavía conservaba su nombre franquista, Policía Armada, y disfraza de azul a los siniestros grises. Se enreda con el impostado acento andaluz en un reparto lleno de canarios, madrileños y catalanes. Fingir el acento nos remonta a la era pleistocénica de Txomin del Regato. La única persona capaz de tener acento a voluntad, milagrosamente natural, es Reyes Prados, andaluza en Canal Sur y vasca en Euskal Telebista.

¡A Mediaset solo le va bien la telebasura, con la Pantoja, Bertín, Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban en realities, concursos, citas y chismes! No acierta con la ficción y ha elegido la peor opción. No saben que la imaginación es el cómplice para escapar más allá de la alambrada.