L Athletic atraviesa su fase más productiva de la temporada, una circunstancia que se constata principalmente en la línea que describe en el campeonato liguero. Cierto es que mantiene asimismo abierta la vía de la Copa, pero esto no supone una novedad. En años anteriores ya había dado muestras de su capacidad para resolver eliminatorias una detrás de otra, fuesen a uno o a dos partidos, lo cual le valió el acceso a dos finales consecutivas. Ahora opta a la tercera, le queda un único obstáculo por superar y esa proximidad al objetivo mantiene a la afición con las orejas tiesas. Sin embargo, el auténtico termómetro, el examen que permite conocer la realidad de un equipo, su nivel competitivo, es el torneo de la regularidad.

Y en este marco los de Marcelino han crecido de modo exponencial, sobre todo porque mientras elevaban su cadencia de puntuación no han descuidado sus obligaciones en el resto de los frentes. Es sintomático que el Athletic no se haya distraído o haya sido penalizado por la sucesión de encuentros. Ha asimilado la densidad del calendario sin dejar de lado nada. Podría decirse que su prioridad ha sido el todo, no una parte. En este sentido se observa una mentalidad distinta, que es fiel reflejo de la confianza en sus posibilidades.

En una columna reciente se establecía el punto de inflexión del curso en la penúltima cita de 2021. Entonces venció a un potente Betis en San Mamés, con remontada. De ahí en adelante sus números denotan un salto cualitativo en la gestión de cada compromiso. Por supuesto aparece algún borrón, pero para hacerse una idea aproximada de la mejoría experimentada, anotar que el Athletic ha sumado 16 puntos en las últimas ocho jornadas. Dos por partido. Media que por si sola garantiza ampliamente un puesto en Europa, en Champions. Claro que mantenerse en esos guarismos a lo largo de nueve meses es una pretensión hoy por hoy fuera del alcance de los rojiblancos, pero todo lo que sea alargar dicha dinámica asegura un final de campaña feliz.

Para comprender mejor la reacción, basta con reparar en el siguiente dato: en las ocho jornadas que antecedieron a ese duelo con el Betis, el botín se redujo a los cinco puntos. Va un mundo de meter cinco puntos al saco a meter 16. Exactamente el que separa a un conjunto que no sabe a lo que juega o no puede desarrollar su propuesta, de otro que actúa con pleno conocimiento de su potencial. Y se debe insistir en que en el último tramo, el bueno, intercaló seis partidos más, dos de Supercopa y cuatro de Copa, mientras que en el previo, el deficiente, se limitó a disputar las ocho fechas ligueras, incluyendo cruces con Espanyol, Cádiz, Levante, Granada o Getafe.

Es posible que al Athletic le vaya la marcha, que su afán de superación aflore precisamente en las ocasiones en que sería más comprensible, más lógico, que fallase. Es hasta probable porque posee la personalidad idónea para crecerse en la adversidad. Disciplinado, generoso, agresivo. Aunque no cabe duda de que al margen de un perfil muy definido, cuenta el aprendizaje, el trabajo que ha ido realizando durante largo tiempo; el modo en que ha interiorizado, a menudo tomando nota tanto la plantilla como el técnico de los errores cometidos, que es vital afrontar cada cita con un elevado grado de ambición. Además de ser ordenado y solidario, su fuerza estriba en exponer una disposición valiente, algo que intimida al rival y redunda positivamente en la autoestima. Creérselo es básico.

Que dure. Hará falta. El domingo y el miércoles.